Ese... fue el preciso momento, en que
su corazón se paró,
agarrada a su taza de café, como si ésta
fuera la única cosa a la que poder agarrarse.
Sintió como toneladas de peso le
oprimían el pecho.
Una punzada traicionera e inevitable
trazó una línea recta hasta su espalda, paralizando su brazo
izquierdo y con ello la mano, que se abrió de un impulso, dejando
caer la taza al suelo.
En cuestión de segundos se fue
evaporando su vida, al mismo tiempo que se evaporaban las gotas de
café aún hirviendo sobre la mesa del salón.
Ese...fue su final, había pensado
tantas veces en ello... en cómo sería... ¿una muerte sigilosa?
¿durmiendo quizás? ¿una muerte trágica y dolorosa?
La muerte
traicionera llegó por la espalda, sin anunciarse, de repente y sin
poder escapar de ella.
Ahí, sobre la alfombra por la que
tanto le había costado decidirse, yacía su cuerpo, dónde hacía un
sólo instante rebosaba la vida.
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